Niñas desobedientes, princesas y brujas. La mujer en los cuentos infantiles.

No quería pasar este 8 de marzo sin escribir un post acerca de cómo la literatura infantil ha tratado y maltratado a la mujer a lo largo de todos estos años. El modelo imperante de la mujer ha sido el de constituir personajes pasivos, ingenuos, cursis y torpes que se han ido dedicando a meter la pata y saltar atolondradas todas las normas posibles. Bellas, eso sí, pero con poco más de medio cerebro.

caperucita

Porque, tal y como se nos ha mostrado reiteradamente, la inteligencia no aparecía en la mujer como una virtud ligada a la bondad del personaje, sino que, en caso de existir pertenecía a “las otras”: esas mujeres maléficas, manipuladoras, a veces bellas, pero en su mayoría señoras mayores, feas y encorvadas, vinculadas al ocultismo y la brujería. Así se construían los personajes en los cuentos tradicionales; por oposición: la bondad y la maldad, la inteligencia y la torpeza, la belleza y la fealdad… Y no discuto en este artículo el valor de tales cuentos; ya que la abundancia de antagonismos es una de las facultades del cuento tradicional: mediante antónimos, el niño o niña puede organizar el mundo con mayor facilidad. Sencillamente, quiero recalcar que en ese reparto hombre-mujer de aptitudes, las mujeres nos hemos llevado la peor parte. Porque en el lado contrario, solía aparecer un hombre (un príncipe, un cazador…) que encarnaba los ideales del ser humano: el coraje, la inteligencia, la fuerza, la belleza y la bondad. Claro que también pueblan estos cuentos reyes desaprensivos, magos sin escrúpulos, enanitos poco atractivos o hijos desobedientes, pero además de ser menos comunes, es raro el cuento clásico en el que el embrollo que se ha formado (normalmente ocasionado por una mujer) acaba desmontándolo ella misma. Cierto es que en el folclore existen algunas excepciones, como la audaz María, que camina y camina hasta desgastar sus zapatos de hierro para liberar del encantamiento al príncipe Lagarto; pero constituyen eso: excepciones.

Afortunadamente, la cosa ha ido cambiando. Es curioso observarlo en las protagonistas de las películas Disney: hemos pasado de princesas ingenuas como Blancanieves o la Bella Durmiente a princesas intrépidas e indómitas como Mérida o Pocahontas. Estamos de enhorabuena: parece que en nuestra sociedad ya no convencen ni los príncipes azules ni los matrimonios concertados en la infancia.

sapo y niña

Y eso se refleja también en los cuentos actuales. Ni las temáticas giran ya entorno a la búsqueda de un ideal romántico ni las mujeres se meten en líos de los que otros les tienen que sacar. Parece que la tendencia es ahora a la ruptura con lo establecido, la rebeldía y el autogobierno. Tengo en mis manos el cuento “La princesa peleona” de M. Waddel y P. Benson. La protagonista es la joven Rosamunda, que no le teme ni a los dragones ni a los gigantes y con ideas propias acerca de cómo encontrar marido.

Cómo van cambiando las cosas. Y aunque todavía queda por hacer y deshacer,  creo que estamos en el buen camino. Sin desdeñar el encanto de los clásicos, todo mi apoyo a las nuevas tendencias, más acordes con los tiempos que corren y con las aspiraciones de las mujeres actuales. Más Rosamundas y menos Blancanieves.

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