Se han escrito muchas líneas sobre los beneficios de la lectura a todos los niveles: cognitivo, emocional, social… Pero ¿qué hay detrás de todo esto? ¿cuál es la base biológica de dichos beneficios? En definitiva: ¿qué pasa en el cerebro cuando leemos?
Leer nos cambia el cerebro aumentando la densidad de la materia gris en las áreas cerebrales implicadas: el giro angular, el área de Wernicke y el área de Broca.
La primera interviene en la actividad de la lectura transformando las palabras escritas en un código auditivo que puede dar lugar a la sensación de que alguien está leyendo por nosotros. Después, dicho código será interpretado e integrado con los propios conocimientos en las áreas de Wernicke y de Broca.
Esto es así en la mayoría de las personas, con excepción de las sordas; en las cuales no parece que se transforme la palabra escrita en su versión sonora, sino que se utiliza una ruta de lectura alternativa que consiste en la generación de imágenes visuales. Tampoco las personas ciegas siguen los mismos mecanismos; estas, al leer Braille, activan áreas cerebrales relacionadas con el tacto antes de codificarlas como sonidos.
Es decir, los cerebros han ido adaptando diferentes rutas para interpretar e integrar símbolos escritos. Sorprendente, ¿verdad?
Pero leer es algo más que otorgar significados a las palabras que reconocemos. Al leer se crean fotografías mentales con cada palabra o frase que tiene significación para nosotros y lo que todavía es más fascinante es que ha llegado a demostrarse que en la lectura intervienen todos los sentidos; activándose las correspondientes regiones cerebrales con palabras específicas que despiertan ese sentido. Por ejemplo, ante palabras como “cloaca” o “perfume”, según las estás leyendo en este preciso momento, las áreas de tu cerebro relacionadas con el olfato habrán entrado en actividad.
Es decir, nuestro cerebro, en cierto modo, no distingue ficción de realidad y por lo tanto, es capaz de vivenciar lo que relata la lectura.
Esto implica que la persona que lee (una novela, un cuento…) se expone frecuentemente a las aventuras y desventuras de los protagonistas; lo cual supone el desarrollo de una mayor capacidad para ponerse en el lugar del otro y adoptar diferentes perspectivas.
Además, en función del tipo de lectura que estamos realizando, se activan unas áreas u otras. Así, neurológicamente hablando no es lo mismo leer poesía que novela. Con la primera, por ejemplo, se estimulan también áreas que responden a la música, cosa que no ocurre con la prosa. Y tampoco es lo mismo leer textos clásicos que textos contemporáneos, ya que el uso de palabras rebuscadas o extrañas constituyen un desafío para nuestro cerebro y disparan la actividad del mismo en estudios comparativos.
Ninguna actividad humana es tan compleja: al leer ponemos en marcha diferentes tipos de memoria y codificamos al mismo tiempo ortografía, semántica y fonología; así, por ejemplo, no es lo mismo leer “luna” que “nula”. Las bases neuropsicológicas de la lectura son apasionantes y lo son aún más, las capacidades que hemos desarrollado como saltar de una letra a otra en milésimas de segundo o adivinar el final de una frase cuando los ojos aún están leyendo el principio. Los datos sobre la velocidad son de vértigo: 4 palabras por segundo, es decir, 1 palabra en 250 milisegundos. Y no nos detenemos letra por letra, sino que escaneamos el texto leyendo conjuntos de letras; siendo capaces además de predecir y de rellenar el texto con nuestra propia inventiva. Así podemos leer un texto a pesar de que esté mal escrito: el cerebro lo procesa de tal modo que lo hace entendible. Prueba a leer este texto:
“Según un etsduio de una uivennrsdiad ignlsea no ipmotra el odren en el que las ltears etsen ersciats, la uicna csoa ipormnte es que la pmrirea y la utlima ltera esten ecsritas en la psiocion cocrrtea. Etso es pquore no lemeos cada ltera en si msima, pero si la paalbra cmoo un todo. ¿No te parcee aglo icrneible?”
La lectura está tan presente en nuestras vidas que una vez que aprendemos a leer no podemos no hacerlo cuando tenemos delante las palabras, palabras con las que pensamos, sentimos, trascendemos y nos relacionamos formando parte de nosotros mismos.
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